Ya estamos en diciembre, mes normalmente asociado a la Navidad. Para muchos, una de las fiestas favoritas del año.
Normalmente cuando llega la Navidad, nos vemos arrastrados por la corriente que va de compras en busca de regalos, comidas ricas y objetos para decorar la casa. Pero, ¿te has parado a pensar en la razón por la que decoramos nuestra casa en Navidad? Podríamos pensar que uno de los motivos es nuestras ganas de exteriorizar nuestro entusiasmo interior, nuestras buenas vibraciones y nuestras ganas de compartir. Lo que llamamos el espíritu navideño, vaya. Tal vez sea un tema de “mimetización”: que, viendo otros espacios decorados, nos entran ganas de decorar los nuestros.
Personalmente, creo que es una cuestión de tradición, costumbres y rituales. Antiguamente, los pueblos tenían la costumbre de reunirse entre ellos a celebrar grandes fiestas con motivo de algún acontecimiento relacionado con la naturaleza. En ocasiones, engalanaban sus casas con hiedras por dentro y por fuera, colocaban guirnaldas de acebo y muérdago, colgaban campanas, decoraban árboles y adornaban sus casas con cestas llenas de manzanas y piñas. Cada elemento tenía su simbolismo. Estas costumbres estaban tan arraigadas que fue muy difícil que desaparecieran con la introducción de nuevas religiones
En nuestros tiempos el simbolismo de los adornos ha quedado en el olvido, pero en la antigüedad tenían claro su significado. El rojo era símbolo del nacimiento, pero también de la energía y el poder; el verde por su parte simbolizaba la naturaleza, el crecimiento y la resurrección.
Para entender el motivo de elementos decorativos que todavía usamos a día de hoy, a continuación, os cuento el simbolismo de algunos de estos elementos:
Como el muérdago, es una planta perenne, que permanece verde cuando la mayoría ha perdido las hojas, razón por la que en la Antigüedad tenía carácter sagrado. La tradición aconsejaba colgar ramas de acebo en el umbral de la puerta de las casas para alejar a los malos espíritus. En la actualidad es una especie protegida.
Es una planta parásita de los pinos y los robles, con propiedades curativas y muy ligada a la mitología celta. En los países anglosajones, el muérdago se coloca en las puertas de las casas para dar buena suerte. Otra tradición afirma que abrazarse bajo una rama de muérdago la noche de fin de año procura felicidad y fertilidad. Hay quienes lo regalan a otra persona para que les traiga suerte.
Son signos de dignidad y poder. En los países del norte su forma redonda significa la eternidad. A veces también está compuesta por muérdago, que le confiere la protección de la casa y aleja las personas no deseadas de nuestro hogar.
Las velas se utilizan desde antaño para alejar las malas energías. Representaban la purificación y, con el cristianismo, la luz del mundo. Hoy las usamos más bien para crear un ambiente cálido, acogedor y confortable. Son un imprescindible en nuestras decoraciones navideñas
Las piñas antiguamente eran símbolo de inmortalidad. Hoy además las reconocemos como símbolo del invierno
Para muchos pueblos de la Antigüedad, el árbol –de Navidad especialmente, el roble– representaba a los espíritus de la Naturaleza y era objeto de culto como símbolo de fecundidad e inmortalidad. Las tribus germánicas celebraban hace 2000 años el solsticio de invierno alrededor de un abeto, que iluminaban en un rito ancestral que representaba el fin de los días cortos y las noches largas. A mediados del siglo VIII de nuestra era, el rito se cristianizó. Hay constancia de que en el siglo XVI la costumbre del abeto de Navidad estaba arraigada en Alsacia. La tradición llegó a Inglaterra en el siglo XVIII y se popularizó durante el reinado de la reina Victoria. Más tarde se extendió a otros países, como Francia o Estados Unidos. En España empezó a popularizarse en los años 60 del siglo XX
Como vemos, las tradiciones, ritos y simbologías evolucionan con el tiempo, pero siempre queda parte de ellas para que las continuemos, aunque sea de forma diferente, para generaciones venideras.
Os deseo Feliz Navidad y disfrutad del legado de nuestros antepasados.
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